¿PERDONARNOS TODOS?

DETALLES DEL MOMENTO
Por: Moisés Absalón Pastora.

Cuando alguien, independientemente de quien sea, habla de perdón, de pedir perdón, de perdonarnos todos, hay que oírlo porque el perdón es la llave de todo y cuando no entendemos eso es cuando descubrimos que las distancias que nos separan son el resultado de la ausencia del perdón porque una de las cosas que más cuesta es pedir perdón o perdonar porque pedirlo tiene que ver mucho que ver con la humildad y conferirlo tiene mucho que ver mucho con la sabiduría y esos son dos valores o como usted le quiera llamar, que se pierden cuando la que nos domina es el odio y la soberbia.

Muchos llegamos a creer que pedir perdón es humillarse o que conferirlo es debilidad y muchas veces nos cerramos tanto en ello que la razón se invisibiliza y es cuando los problemas lejos de solucionarse se agrandan y entonces caemos en un callejón sin salida o llegamos a un punto sin retorno.
¿Merece Nicaragua que nos perdonemos? Por supuesto que Nicaragua merece que nos perdonemos, pero el perdón no es algo que se da o se confiere así por así porque vino alguien enfundado en una sotana y dijo que debemos perdonarnos porque entonces nos vienen a la mente una serie de preguntas como por ejemplo que hace el que lo propone para ser perdonado de manera que convenza al que sufrió la ofensa y que exige un propósito de enmienda cuando este lo que pide es justicia porque aquel que está pidiendo “perdón” directa o indirectamente mató al ser querido de “X o Y” persona en actos de violencia que el que pide lo perdonen generó y que dejaron en la quiebra a mi empresa, lo que me condujo al fracaso, que hizo que perdiera la casa y el carrito que me estaban financiando porque me quedé sin empleo y por encima de eso el que quiere que yo lo perdone apenas hizo un paréntesis en su campaña de odio porque anda asustado viendo azulitos por todos lados, pero en la práctica sigue usando los púlpitos para envenenar a la gente y que esta se lance otra vez como hace cuatro años a hacer lo mismo que metió al país en una situación que algunos siguen insistiendo en reeditar.
Lo que expreso hasta ahorita son pérdidas materiales que con él tiempo se recuperan y que seguramente una visión reflexiva y madura podría pasar por alto para no tomarla como una pared que obstruya el perdón nacido del corazón, pero eso aunque podría ser, es muy distinto a los daños morales, es muy distinto para el que vio en imágenes al ser amado torturado por unos salvajes, es muy distinto para quien vio a un hijo ser quemado vivo, es muy distinto para quien fue violada en un tranque, es muy distinto para quien fue obligada a abortar y perder a su hijo en un tranque y es muy, pero muy distinto, para quien sabe qué obispos santificaron esos enormes baños de sangre.

Aquí anda Rolando Álvarez proclamando desde el púlpito que nos perdonemos y los medios que siguen siendo el instrumento del odio de ese y otros obispos, que dicen que tenemos una campaña contra ellos y contra los sotanudos que defienden, callan que aquí ya hubo perdón, que una amplia amnistía, que es sinónimo de “PERDÓN” liberó de crímenes, delitos y actos abominables a lo que no entendieron el significado de aquel acto.
Aquí hubo una gran disposición del gobierno del presidente Daniel Ortega para andar, hasta de manitos sudadas, el camino hacia el encuentro del perdón, pero qué pasó, los politiqueros, una amalgama compuesta por falsos empresarios, falsos estudiantes, rarezas de la mal llamada sociedad civil, falsos campesinos que nunca supieron lo qué es pisar el monte, vergüenzas étnicas que desagradaron nuestro caribe, rectores universitarios que disfrazados de sacerdotes abogaban por el crimen y algunos obispos que bendecían la muerte que ellos generaban por aquellos días y lo único que sabían decir es que se vaya Ortega y que se vaya Ortega y que se valla Ortega, pero sin decir para qué, para hacer qué y a cambio de qué, porque lo único que repetían era las amenazas contra un sandinismo y sus aliados a los que nos decían que no alcanzaríamos en el avión y que a esos nos desollarían vivos porque Nicaragua de esa forma seria democrática y verdaderamente libre y que lo primero que estaba en agenda era acabar con la educación y la salud gratuita porque eso era populismo comunista en detrimento de un pueblo que por supuesto jamás votó por ellos.
Aquí ya hubo “PERDON”, pero lamentablemente mientras el gobierno que institucionalmente fue uno de los más grandes ofendidos por aquella canallada de 2018, al que le incendiaron y saquearon muchas dependencias, al que le mataron y torturaron más de 20 policías, extendió la mano para que todos fuésemos parte de un nuevo comienzo y lo que pasó es que del otro lado respondieron con un puño cerrado porque así les ordenó hacerlo quien todavía les paga por asesinar a Nicaragua.

Aquí en Nicaragua hubo perdón, aquí en Nicaragua por eventos del 2018 hubo una amnistía y ese paso de absoluta y total madurez de Daniel Ortega tuvo costos políticos porque para la base sandinista, para los históricos sandinistas, para la militancia sandinista y para los simpatizantes sandinistas haber decretado una amnistía equivalió a tener que tragar sapos y culebras y eso metafóricamente aplicado a la política es asqueroso porque es zamparte lo amargo y lo podrido y aunque no fueron pocos los descontentos con el paso del tiempo nos dimos cuenta que aquello era un remedio necesario.
Por supuesto que la brutalidad es la brutalidad y los mercenarios que se prestaron para aquel golpe de estado y que estaban plenamente conscientes de lo que habían hecho, porque siempre supieron que aquellas no era acciones sino crímenes, prefirieron seguir extendiendo la mano, para que los verdes continuaran cayendo sobre sus garras, porque el financista les juraba hasta con los dedos de las patas que el gobierno legítimamente electo de Daniel Ortega caía y muchos con ese cuento se vieron como diputados, ministros, directores de entes autónomos, magistrados, contralores, concejales y asesores pegados a la teta de la ResPública para ordeñarla de la misma manera que lo hicieron de 1990 hasta el 2007 y para sus efectos muy caricaturescamente hasta proclamaron un gobierno desde Masaya y filtraron hasta la lista del nuevo gabinete dónde los López y los Flores no encajaban porque había que darle espacio a los eruditos, a los sabios, a los iluminados, los pudientes, que por supuesto eran los Pellas, los Ortiz, los Zamora, los Chamorro, los Lacayo, todos de la sangre azul de la calle Atravesada de Granada, pero por supuesto, nadie de la calle del Cerotal.
Esos que ahora dicen que nos perdonemos creen que con una frase de aparente buena voluntad vamos a borrar de la memoria, sobre todo después de haber declinado los orgullos y haberlos perdonado, todas esas escenas dantescas que ahí están archivados, que son materia de prueba contra quienes reincidieron y jamás quisieron entender, por la avaricia y el interés de no soltar la mesada que les daba la Embajada Imperial aquí en Managua, que la amnistía era por una sola vez y que no habría repetición y eso es válido, por supuesto, para las sotanas que quieren transformar su verdadera condición de diablos para asumir la de santos como si nosotros fuésemos, perdónenme la palabra, PENDEJOS.

Por supuesto estoy absolutamente cierto que la falta de perdón es un veneno que tomamos a diario a gotas, pero finalmente nos termina envenenando, nos termina matando y de eso estamos cansados en Nicaragua y francamente estoy de acuerdo en que perdonemos, pero no creamos que el perdón llega por la vía de decreto, sino que es un proceso que nos acerca a pedirlo o conferirlo únicamente si partimos de la verdad.
El perdón es posible cuando aceptamos lo que pasó, cuando aceptamos lo que hicimos, cuando aceptamos que nos equivocamos y cuando aceptemos que nuestros actos lastimaron a otras personas y eso pasa también hasta por la misma persona que ofendió injustamente a su próximo porque muchas veces la falta es tan grande que el primero que tienen que perdonarse así mismo es el infractor y aquí abominablemente hay obispos que como Rolando Álvarez santificaron la orgía de sangre en el 2018 y han querido siempre reeditarla y que ahora buscan efectos de enmienda solo porque escuchan las voces más crecientes de aquellos que insisten en pedir justicia, tal vez no porque tengan rencor en su corazón -aunque tienen razones para ello- sino porque no creen en la sinceridad de algunos sotanudos que se les ocurrió que la ley no los puede alcanzar.

Pensamos que el perdón es un regalo para el otro sin darnos cuenta que los únicos beneficiados somos nosotros mismos y dejamos de entender que el perdón nos libera de ataduras que nos amargan el alma y enferman el cuerpo.
Yo si creo en el perdón porque es liberador, pero alcanzarlo es un proceso no un decreto. El perdón requiere de dos y aquí en Nicaragua, solo el sandinismo con Daniel Ortega a la cabeza, dio ese paso al frente, a pesar de su formación político militar y de haber recibido toda la carga viral que el imperio promovió, utilizando a sus lacayos nacionales para destruir al país desde el fallido descarrilamiento de nuestra democracia.

Hasta hoy, arrastrando la pesada cadena de odio que ata a algún sector de la iglesia católica de Nicaragua al resentimiento y al espíritu destructor salido del averno, no escucho un solo mensaje de amor que desde el púlpito están obligados a predicar aquellos que detrás de una sotana nos hablan de la palabra de Dios colgando en el pecho de cada uno de esos supuestos “profesionales de la fe” un crucifijo que confunde porque no sabemos a ciencia cierta si su muestra es en realidad un deseo de crucifixión para esta nación que vive porque anda en los brazos de los que sí amamos la paz.

QUE DIOS BENDIGA A NICARAGUA.

¿PERDONARNOS TODOS?
Editorial de #DetallesDelMomento del 8 de junio de 2022.
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